Para evitar la sequedad y mantener su piel confortable a diario, opte por agua tibia en lugar de agua caliente al limpiarse. El agua caliente tiende a debilitar y resecar la piel.
Después de lavarse, seque siempre su piel dando suaves palmaditas con una toalla, en lugar de frotarla. Una toallita de algodón o una esponja natural también pueden ser buenas opciones para una limpieza delicada.
Tenga en cuenta zonas que a menudo se olvidan, como las manos y los labios, especialmente expuestos a las agresiones externas: un cuidado nutritivo regular los protege de forma eficaz.
Finalmente, recuerde que la hidratación también viene del interior: beber suficiente agua cada día y mantener una humedad adecuada en el ambiente —por ejemplo, con un humidificador en invierno— son pasos esenciales para preservar el equilibrio natural de la piel.